Ensayo sobre «La sociedad del cansancio» de Byung-Chul Han:

 UNA SOCIEDAD QUE NECESITA ESCUCHARSE A SÍ MISMA

«¡Cuánto me quieres, buitre mío, cuánto!
¡Con qué voraz cariño me devoras
encendido en deseo de mi cebo!
¡Sangre eres de mi sangre y es tu carne
de mi carne renuevo!
Me abrazas y me estrechas en tus garras,
como en espasmo de fusión suprema;
tiembla mi cuerpo de dolor entre ellas,
palpitantes amarras,
pero mi alma,
mi alma a ti se vuelve, mi verdugo,
pues que te debe de su vida el jugo»

~ “El buitre de Prometeo” de Miguel de Unamuno

* * * * * *

Una sociedad que defiende que «nada es imposible» deja espacio a nuevos enfoques, reinterpretaciones, reflexiones y paradigmas que cambian la conceptualización que tenemos de los seres humanos como tal a través del desarrollo de un transgresor siglo XXI.

En este escenario tan cambiante en el que vive el ser humano tardomoderno, no sorprende que pueda tener cabida una reinterpretación moderna y desmitificada del famoso Prometeo, propuesta que hace el popular filósofo surcoreano, Byung-Chul Han, en su libro La sociedad del cansancio, con el que nos propone una visión muy atípica de la configuración de la sociedad del siglo XXI en contraposición a una estructura social que, en su opinión, hemos dejado atrás: la disciplinaria. Byung-Chul Han, con La sociedad del cansancio y con diversos ensayos de temáticas actuales (que también saldrán a colación en el desarrollo de esta reflexión), hace una crítica a la nueva forma de estar en el mundo que los individuos estamos mostrando con el devenir de las décadas.

Para el filósofo, es inconcebible seguir pensando en la forma de estar del individuo en el mundo desde el mismo canon que se usaba para la vida del siglo XX. Es necesario un acercamiento metodológico diferente que se adapte a un mundo en el que los límites son alcanzables, las fronteras se difuminan y los sujetos empiezan a adentrarse en una espiral creciente de auto explotación.

Un Prometeo moderno

El Prometo moderno que nos propone Han, es un Prometeo cansado, un sujeto que se encuentra en guerra consigo mismo. El autor se sirve de esta figura mitológica para ilustrar su teoría de una sociedad del rendimiento en la que la maximización de la productividad es el fin último y el medio es la explotación de uno mismo.

Para ejemplificar su tesis con el mito, Han propone una alteración conceptual del significante de las diferentes metáforas que aparecen en el mito de Prometeo. Prometeo, en esta reinterpretación, estaría directamente relacionado con los sujetos que cohabitan en el siglo XXI. El águila que devora su hígado sería el propio alter ego del individuo que está en guerra y el dolor de hígado representa el cansancio generalizado que sufre el sujeto de rendimiento. Con esta nueva lectura que nos ofrece Han, se puede entender el mito de Prometeo como una relación de auto explotación en la que el sujeto, en guerra consigo mismo, penetra en un ciclo infinito de auto exigencia que lo lleva a un cansancio en el que se verá atrapado.

Mientras que en la ficción de George Orwell[1] ambientada en su novela 1984 los individuos eran conscientes de que estaban siendo sometidos, en esta nueva realidad que nos propone Byung, el ciudadano tardomoderno tiene una falsa sensación de libertad porque ya no se encuentra sometido a un dominio externo, sino que se siente dueño de su destino sin percatarse que ahora es él al mismo tiempo, verdugo y víctima. Esta auto explotación, dirá el autor, es aún más eficaz que la cometida por un sujeto externo ya que va acompañada de ese falso sentimiento de libertad[2].

Con este sujeto de rendimiento cansado llegarán también las enfermedades neuronales, que serán las que marquen esta nueva etapa de la historia.

La violencia neuronal

Han hace una sinonimia entre lo biológico y lo social para explicar el comportamiento de las sociedades en las diferentes fases históricas. Para ello, utiliza como referencia el funcionamiento de las enfermedades emblemáticas que han caracterizado las diferentes eras para ejemplificar cómo el ser humano responde a los estímulos en el siglo XXI.

La sociedad previa, denominada por el autor como era inmunológica, habría sido una etapa marcada por enfermedades virales. En esa época, había una clara distinción entre lo propio y lo extraño y, al igual que ocurre cuando un virus penetra en nuestro cuerpo, los ciudadanos de esa época rechazaban aquello que les resultaba distinto, relacionándolo directamente con una amenaza. Para esclarecer lo expuesto, echemos la vista atrás, a la época de las grandes guerras y los discursos nacionalistas. En esa época de tensiones geopolíticas, primaba la defensa, la seguridad y la carrera armamentista precisamente por un miedo irracional al extranjero. Al igual que hace un cuerpo humano, los países se protegían frente al intruso que amenazaba su seguridad.

Sin embargo, Byung habla de esa época como de una ya superada debido a que nos formula en su tesis que hemos entrado en la nueva dinámica de una era no inmunológica, etapa que denomina como: época neuronal. El gran cambio que suscita la llegada de las enfermedades neuronales se percibirá en el tipo de rechazo que provoca. Mientras que en la época anterior se rechazaba lo extraño, lo que Han engloba dentro de su concepto de negatividad; en esta nueva etapa se lucha contra lo idéntico, contra el exceso de lo que él explica es la positividad [3].

La reacción que tenemos nosotros como seres humanos ante el exceso de positividad será una descarga de emociones que manifestaremos a través de enfermedades neuronales como la depresión, el trastorno por déficit de atención e hiperactividad o el SDO. Esta afirmación con la que especula el filósofo puede verificarse si observamos detenidamente los datos referentes a las enfermedades neuronales en el siglo XXI. [4]

Un elemento que nos sirve para recalcar las diferentes reacciones que la sociedad ha tenido en estas dos etapas que menciona Byung-Chul Han y, que vamos a usar como referencia ejemplificante, es el fenómeno de la inmigración. Desde la sociedad en la que prima la negatividad, se produce una respuesta de rechazo hacia lo extraño, en este caso identificado con las personas inmigrantes. Lo contrario de esta respuesta entenderíamos que es una aceptación de lo extraño para nosotros y automáticamente podría inducirnos al error de pensar que eso es lo que ocurre en la sociedad de la positividad. Sin embargo, Han señala que el hecho de que hayamos superado la era anterior no significa que ahora seamos proclives a aceptar los flujos migratorios, simplemente los hemos asumido como un hecho y ya no los percibimos como una amenaza, más bien, observará Han, son para las sociedades occidentales, especialmente, una molestia.

Lo peculiar de esta nuestra sociedad es el oportunismo a la hora de elegir qué de aquello que antes nos resultaba extraño adquirimos como propio y qué seguimos rechazando. Aunque Han habla de que la inmigración se percibe en nuestro tiempo más como una molestia, los recientes acontecimientos pueden poner en duda esta idea. Si bien es cierto que los flujos migratorios han existido desde el origen mismo del ser humano y en las últimas décadas se han desarrollado cada vez más proyectos para la protección de las personas que se ven forzadas a emigrar[5], la creciente influencia en todo el mundo de partidos de extrema derecha contrarios a la concesión de derechos a estas personas, supone un preocupante paréntesis a esta etapa de aceptación.

Uno de sus libros, Hiperculturalidad, nos sirve de contextualización para la idea que antes he propuesto sobre el oportunismo decisorio de esta sociedad en la que vivimos. En Hiperculturalidad, Han hace mención a esa percepción dicotómica que poseemos de otras culturas. Por un lado, hemos asimilado muchos aspectos culturales ajenos a nuestra propia cultura como son la gastronomía o la música. Es difícil encontrar una ciudad en la que no haya una gran variedad de restaurantes de diferentes orígenes culturales o incluso hemos introducido en nuestro menú platos originarios de otros países como la tan popular pizza.

La comida ha pasado de ser algo que procede de un sitio remoto y lejano, a algo que hemos universalizado. Esta universalización y asimilación de costumbres remotas es provocada por el fenómeno de la globalización, que permite una extensión de la cultura propia y dejar un hueco para que otras culturas penetren en la nuestra.  Pero, sin embargo, por otro lado, siguen existiendo aspectos culturales que seguimos percibiendo como extraños y estrafalarios.

En otro de sus libros, La expulsión de lo distinto, el filósofo habla de que se está produciendo una ruptura en la brecha entre la cercanía y la lejanía. Según el autor, en esta nueva sociedad liderada por las redes sociales, los individuos en un intento por ser distintos, acaban sin darse cuenta homogeneizándose. ¿Podría ser esta una de las razones que llevan a Byung-Chul Han a decir que ya no vemos a otras culturas tanto como algo extraño? ¿Podrían las redes sociales, a pesar de crear una sociedad uniforme, ser la clave para una mayor integración entre culturas? La visión de Han sobre las redes sociales le lleva a interpretarlas como una herramienta que, basándose en nuestros gustos, acaba creando un nuevo concepto del “nosotros” dentro del cual importa cada vez menos la procedencia del individuo y más la similitud en materia de preferencias.

Lo efímero de la vida

El concepto de lo efímero juega un papel fundamental en el desarrollo de la tesis de Byung-Chul Han sobre la sociedad del rendimiento. Otro de los postulados que caracterizan a esta sociedad positiva, menciona el autor, será el de una pérdida generalizada de creencias entre el grueso de la ciudadanía. La llegada de esta modernidad ha venido acompañada de una mayor secularización que ha tenido como consecuencia directa la percepción de la fugacidad de la vida del individuo. Al no creer en una vida que trasciende más allá de la terrenal, el individuo ve acortado su tiempo y por tanto sus objetivos, reduciéndose así su percepción de vida eterna a una en la que el tiempo empieza a jugar en contra.

Como la propia vida y existencia albergan para el sujeto del siglo XXI un carácter efímero, siente que nada será duradero y constante lo que, en palabras del autor, lo trasladará a un sentimiento de intranquilidad y nerviosismo. Este estado en el que se sustenta el individuo, suscita una nueva necesidad que implica conseguir sacar el máximo rendimiento de cada momento y actividad. La reacción observada contra lo efímero viene dada a través de mecanismos, dirá Byung, como la histeria por el trabajo, la super producción o la hiperactividad.

Además, esta sociedad de lo efímero no solo abarca el nivel más existencialista del ser humano, sino que se traslada hasta impregnarse en la cotidianidad de sus conductas más básicas. No tenemos que complicarnos con ejemplos intrincados y confusos para ilustrar esta idea, basta con hacer una introspección de nuestro propio comportamiento como coetáneos de esta sociedad. Cada vez, en nuestro día a día buscamos más la inmediatez.

Si observamos a la juventud esto es más fácil de dilucidar. Por ejemplo, los jóvenes de hoy en día, de manera general, buscan resultados más inmediatos en los ámbitos académicos, laborales o incluso personales. La tecnología ha tenido un papel decisivo en este nuevo planteamiento de una sociedad temerosa de lo efímero pero que al final acaba apostando por la fugacidad en sus acciones. Las redes sociales ofrecen una plataforma que cada vez apuesta más por lo inmediato, pero también por lo poco duradero y han llegado a transformar la manera en la que especialmente los jóvenes establecen relaciones con sus pares [6].

No solo el modo en el que nos relacionamos, también el modo en el que consumimos ha cambiado. Empezamos a consumir un contenido cada vez más fragmentado y afín a nuestros intereses. Las series adquieren cada vez más protagonismo en el mundo de la ficción audiovisual, permitiendo al consumidor tener una historia desglosada a su alcance de manera inmediata. Las plataformas cada vez reducen más y más sus contenidos.

Se crean aplicaciones que sustituyen los modelos establecidos por sus predecesoras como puede ser el caso de Tik Tok. Esta aplicación ha tenido una gran acogida entre el público juvenil ya que su formato apuesta por vídeos con una duración de tiempo delimitada a unos segundos. Pasa lo mismo cuando echamos una mirada hacia la escritura. El formato corto y cada vez más visual está haciéndose hueco en lo social. De ahí que se logre entender la popularidad de herramientas como Twitter en las que el usuario está obligado a reducir al máximo el mensaje que quiere expresar.

Estas nuevas herramientas, desde el postulado de Byung-Chul, suponen un nuevo reto al que se enfrenta la ciudadanía del siglo XXI ya que provocan una sobrecarga de información en el individuo. Vivimos acelerados y no nos permitimos la pausa para el descanso, lo que provoca que esa sociedad del rendimiento que mencionaba Han, acabe siendo una sociedad del cansancio también.

Esta aceleración generalizada y ese miedo al “no hacer nada” tienen implicaciones negativas directas según el autor. En este caso, haciendo una mención a Nietzche, sacará a colación el término de la vita contemplativa que es una pedagogía del mirar. Según ambos autores, es esencial aprender a observar y reflexionar sin proporcionar una respuesta inmediata a un impulso pues puede ser esta precipitada. La sociedad del rendimiento, esta sociedad positiva que rehúsa el hastío, está mecanizada y no deja lugar al descanso y a la reflexión. Para Han, sería necesaria la negatividad de la interrupción, herramienta que nos proporcionará las habilidades para conseguir salir de la dinámica de sociedad activa y poder mirar hacia otro lado.

Búsqueda de una identidad

 El ser humano, que ha interiorizado unos mecanismos de autocontrol que lo llevan a exigirse a sí mismo de una mejora constante de su rendimiento, sufre una crisis de identidad. Si a esto le sumamos el postulado que hace el autor en el libro que nos atañe, en el que describe al individuo tardomoderno como un sujeto individualista y con ego, podremos hacer una correlación con la aparición de las enfermedades neuronales.

En su libro La salvación de lo bello, Byung expone como la sociedad del rendimiento es una sociedad autorreferencial que sufre un vacío interior del yo. En este libro expone una interesante tesis que parte de la premisa de un mundo positivo que no tolera el mínimo atisbo de negatividad entendida de la forma que la postula el autor. Para Han, ahora nos deleitamos con cosas cada vez más planas.

Las redes sociales serán ese reflejo del vacío interior del yo que impera entre los individuos ya que la adicción por los “me gusta”[7], el intento de mostrar una vida sin imperfecciones y unos cánones de bella imposibles de alcanzar para la gran mayoría de la población, nos remite a una superficialidad que difícilmente puede llenar el vacío existencialista que sufrimos. Estos estándares imposibles que no solo nos impone la sociedad, sino que nosotros mismos como sujetos de rendimiento nos autoexigimos, conducen a una percepción negativa del yo, un yo que se sentirá fracasado por no lograr alcanzar los objetivos que espera de sí mismo, lo cual, dirá Han, será una causa principal de la aparición de las enfermedades neuronales.

Hay fenómenos internacionales que pueden servirnos para contextualizar una búsqueda de identidad de los individuos más allá de las redes sociales. El terrorismo mismo, podría considerarse como un mecanismo que utilizan algunos individuos tardo modernos que están profundamente perdidos en un desesperado intento de búsqueda de una identidad y aceptación dentro de un grupo de ideas similares. En su libro El elogio del olvido, David Rieff, hace alusión al miedo del ser humano a ser olvidado.

Relacionado con lo expuesto por Han, ¿podría ser esta una razón para que intentemos desarrollar una identidad que perdure? Somos una sociedad del yo, como dice Han, podría ser que en esta sociedad que parece falsamente conectada, pero en la que predomina por redes sociales la muestra de una vida irreal, sintamos en el fondo una profunda soledad. Esta soledad puede llevar a algunos individuos a querer experimentar que forman parte de algo, de un grupo, no sentirse excluidos o rechazados y podría, en casos más extremos, degenerar en la búsqueda identitaria a través de movimientos como el nacionalismo o incluso el terrorismo.

Esta idea también la respalda Zygmunt Bauman en su libro Tiempos líquidos, donde expone su reflexión acerca de la sociedad actual, sociedad que sufre un individualismo tan extremo que lleva, por el contrario, a los individuos que viven en ella a buscar formar parte de una multitud.

Una sociedad cuantificada

Si somos una sociedad que desarrolla su vida entorno a la aprobación vacía del “me gusta” podemos hablar de una sociedad que puede medirse con números, que es cuantificable.

En La sociedad del cansancio, Han habla de esta sociedad como una que se auto explota en el trabajo y acaba extrapolándolo a otros ámbitos. El sujeto de rendimiento; un sujeto que está en acción constante y que está abocado a explotarse a sí mismo; que no tolera el aburrimiento; que está continuamente expuesto a unos flujos de superinformación; que está en continua competición consigo mismo y con el resto de individuos y que no se permite el descanso, llevará ese rendimiento a todos los aspectos de su cotidianidad.

En las redes sociales buscamos la agotadora y constante exposición de nuestros logros, comparándolos con los de aquellos individuos que forman parte de nuestro círculo y buscando siempre la excelencia y la superación. El deporte, por ejemplo, que a nivel profesional es el más puro ejemplo esclarecedor de lo que es una competición entre individuos, es cada vez más un ámbito en el que el individuo se mide a sí mismo y compite por maximizar su rendimiento con la consiguiente necesidad, en muchos casos, de mostrar los logros individuales al mundo. En su libro The Metric Society, Steffen Mau habla precisamente de cómo los individuos están constantemente evaluándose a sí mismos y compitiendo entre ellos para ver quién consigue más valoraciones positivas.

Relacionado con este mundo del deporte, Byung-Chul Han habla en La sociedad del cansancio de cómo, por esta necesidad imperiosa de rendimiento, nos estamos convirtiendo paulatinamente en una sociedad del dopaje. Con el fin de intentar maximizar nuestro rendimiento y evitar cualquier tipo de interrupciones que puedan hacernos perder tiempo de productividad, el ser humano se está convirtiendo en una máquina de rendimiento en la que su propia vitalidad puede reducirse a una mera medición de los rendimientos vitales, que como postula Steffen Mau en su libro, nos lleva a contabilizar todo: nuestro peso, altura, kilómetros, segundos, likes…

El dopaje será una consecuencia más de esta sociedad del rendimiento que cohabitamos, puesto que esta sociedad activa produce un cansancio y agotamiento excesivos que buscamos paliar mediante el uso de esta práctica.

Esta medición ha sido aprovechada como mecanismo de control de los individuos. Ahora, conceptos como el “Bigdata” ya nos resultan familiares y pasan a formar parte de nuestro ideario colectivo. En su libro, En el enjambre, Byung-Chul Han empezaba a reflexionar sobre esta exposición masiva en redes que nos lleva a ofrecer una información que en numerosas ocasiones no somos conscientes que estamos ofreciendo o no queremos serlo y, además, lo estamos haciendo de manera voluntaria. ¿La consecuencia directa de estos flujos de información personal? El Bigdata. Como Han expone en su libro Psicopolítica, el Bigdata es la nueva forma del siglo XXI de conocer y controlar a los individuos.

Ese “Big Brother” lo conoce casi todo sobre nosotros gracias a los datos que le estamos facilitando a un ritmo vertiginoso: sabe quiénes somos, dónde vivimos, cuál es nuestro centro de trabajo, nuestras relaciones más estrechas, qué vimos la última vez que entramos en Amazon, qué tipo de música nos gusta escuchar cuando vamos a pasear… Y con ello, le estamos abriendo la puerta a conocer qué es lo que necesitamos en cada momento. En Psicopolítica, Han hace alusión a que este bigdata está siendo utilizado tanto por partidos políticos como por empresas, ofreciéndoles un mecanismo de control y beneficio a costa de la sociedad. Como dice Mau en The Metric Society, dentro de esos números es casi imposible distinguir la corporeidad de los individuos.

Sin embargo, pese a este uso de la información por parte de la política y las empresas, a la hora de desarrollar una estrategia de captación de los individuos, ambos colectivos se encuentran con un problema de la sociedad del rendimiento al que tienen que hacer frente, y es que, somos una sociedad que no escucha. Byung dirá que los individuos estamos tan centrados en el yo que no escuchamos, ¿provocará que se desarrollen nuevas formas de entender la política y la publicidad en un mundo en el que los antiguos medios de hacer llegar la información ya no son efectivos?

La sobreinformación se apodera de esta nueva era y los mensajes no los recibimos de la misma forma; incluso aquellos mensajes que consiguen traspasar la intrincada red de datos que consumimos, por lo general, no los retenemos de manera duradera porque reciben nuestro interés sesgado y para que el mensaje sea efectivo además de un emisor debe existir un receptor atento e interesado por aquello que se va a decir.

Lucha contra la COVID-19

El año 2020 ha sido el escenario de una situación insólita con la llegada de la pandemia de la COVID-19, que ha sorprendido a una población que se encontraba totalmente desprotegida frente a un fenómeno de estas características. La llegada de la pandemia ha traído consigo un salto a la esfera tecnológica acelerado y en todo el mundo, un cambio de paradigma. Aunque todos los países han tenido que hacer frente a esta situación de incertidumbre, parece que ha habido ciertas regiones del mundo que han afrontado mejor esta crisis: es el caso de los países asiáticos[8]. ¿Por qué estamos las sociedades occidentales perdiendo la batalla contra la COVID-19? Desde el prisma de la lógica de Byung-Chul Han podríamos contestar a esta pregunta con una característica definitoria de la sociedad del rendimiento y, específicamente, de las sociedades occidentales: el individualismo.

Este individuo del rendimiento que de ninguna manera renuncia a su individualidad (como en otro momento hubiera dicho Hannah Arendt), mira por su propio bien. Somos sociedades que no miramos tanto por el bien común como por el bien individual y, además, no acostumbramos a perder privilegios como individuos aislados para ganarlos como comunidad. Esta forma de ser como sociedad, frente a una situación como una pandemia, nos deja desprovistos de mecanismos de seguridad para solventar el problema de una forma eficaz y veloz.

Lo que hace diferente a las sociedades asiáticas y lo que les ha servido de ayuda para enfrentar mejor esta situación, ha sido la visión que tienen de comunidad. Han sido capaces de restringir sus libertades individuales para que no se restrinja la libertad general. En occidente el confinamiento ha sido por imposición; el altruismo no es algo intrínseco a la cultura occidental pero sí lo es en la cultura oriental, lo que puede haber provocado que para la occidental haya sido más difícil aceptar la idea de confinarse por el bien social y acatar las directrices.

Conclusiones

El libro de La sociedad del cansancio, aunque propone la idea continua de esta sociedad del rendimiento que afecta al siglo XXI, es una propuesta del autor acerca de la necesidad de desacelerar esta vida activa que llevamos para salir del ciclo de auto explotación al que nos hemos sometido.

Si nos miramos a nosotros mismos individualmente, podremos entender el postulado de Byung-Chul Han. Ya sea por trabajo, por metas o por estudios, como en mi caso, todos somos adictos a unas actividades que definen nuestras vidas y en las que tenemos pretensiones de dar el mayor y mejor rendimiento.

Esta vida activa que nos somete y nos cansa, cada vez más está provocando respuestas biológicas por parte de los individuos como lo son las propias enfermedades neuronales. El ritmo al que crece el número de casos es vertiginoso y el desconocimiento en el campo hace aún más inquietante su desarrollo.

A pesar de que descubrir a este maravilloso autor, a Byung-Chul Han, ha sido uno de los grandes acontecimientos que han ocurrido en mi vida este año, con la lectura atenta de sus libros he podido observar que esa sociedad del rendimiento a la que hace referencia y desarrolla, puede relacionarse principalmente con una sociedad más occidentalizada. En mi opinión, habría sido una interesante reflexión aportar a ese punto de vista, otra visón complementaria que hiciera referencia a otro tipo de sociedades que sirviera a modo de comparación detectando diferencias y similitudes.

Sin duda, la enseñanza más importante que extraigo del autor es la necesidad del aburrimiento y los descansos cada cierto tiempo con el fin de no terminar siendo esas máquinas autómatas a las que hace referencia a lo largo de su libro.


[1] George, O. (2017). 1984. Pandora’s Box.

[2] Byung-Chul Han en La sociedad del cansancio (2010) declara: “El exceso de trabajo y rendimiento se agudiza y se convierte en auto explotación. Esta es mucho más eficaz que la explotación por otros, pues va acompañada de un sentimiento de libertad. El explotador es al mismo tiempo el explotado”.

[3] Byung habla de dos conceptos que pueden sonarnos familiares pero que hacen referencia a diferentes significados a los que acostumbramos a utilizar. Por un lado, habla de la negatividad. En cuanto a negatividad, Han se refiere a la opción de oponerse a lo dado. La negatividad es necesaria para poder pararnos a reflexionar. Pero, el concepto de negatividad también es usado por el autor para referirse a lo que es ajeno; es por ello que cuando habla de la sociedad disciplinaria, habla de una sociedad de la negatividad, porque la violencia parte de una negatividad extraña al sistema.

Por otro lado, Han acuña también el término de la positividad. En este caso la positividad es una violencia por saturación que resulta de un superrendimiento, una superproducción y una supercomunicación.  Esa positividad provoca también un rechazo, pero esta vez no es un rechazo a lo ajeno, sino a lo idéntico. Han dirá que la sociedad del rendimiento es una sociedad de la positividad.

[4] Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), el número de personas con depresión ha aumentado en un 18,4% entre los años 2005 y 2015. En el mundo actualmente hay 450 millones de personas que han sido diagnosticadas con un problema de salud mental que le dificulta de manera considerable su vida. Según estudios realizados por la OMS, 1 de cada 4 personas sufrirá una enfermedad mental a lo largo de su vida y cerca de 800.000 personas se suicidan cada año a causa de una enfermedad mental.  Fuente: https://www.who.int/es .

[5] Véase por ejemplo medidas como el Pacto Mundial para la Migración Segura, Ordenada y Regular o la creación de ACNUR.

[6] Un estudio realizado en 2011 por la empresa Ericsson ConsumerLab concluyó que aplicaciones como Facebook que poseen chat en línea y chat de vídeo, han cambiado las dinámicas de los adolescentes a la hora de tener citas.

[7] La Universidad de California Los Ángeles, en un estudio realizado a adolescentes, ha determinado que cuando estos reciben un “me gusta” hay determinados circuitos neuronales que se activan generando una sensación de placer. Se observaba que si el individuo no recibía suficientes “me gusta”, esto afectaba directamente a su estado anímico.

[8] El diplomático singapurense Kishore Mahbubani, en una entrevista reciente para la BBC, afirmaba que los países asiáticos han manejado mejor la pandemia por coronavirus que las sociedades occidentales.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Email
LinkedIn
Instagram
Scroll al inicio